Lo que antaño fuera un taller de fabricación y reparación de máquinas recreativas y juke-box se ha convertido de la mano de su nueva propietaria, la diseñadora Caroline Gomez, en un soberbio espacio vital. La construcción del taller data de 1930 y ahora Caroline le ha dado una nueva oportunidad.
Espacios continuos y techos altos, propios de un viejo taller, que la diseñadora ha tratado de acotar o delimitar mediante los cambios de color. Aquí al fondo vemos uno de los pocos separadores físicos, la vieja oficina reconvertida en cocina. Vemos también la gran variedad de sillas diferentes, ya todo un clásico moderno en la decoración actual.
En esta amplia vista podemos apreciar mejor la altura del techo y la transición de color según las zonas. Al fondo en esta ocasión la habitación que sí se encuentra separada por una pared del resto de la vivienda.
La pequeña cocina con el mínimo indispensable pero con la cristalera queda plenamente integrada en el espacio abierto de la casa.
Un espacio para el trabajo de la propietaria, la mesa delimitada por un cambio del color de la pared.
Distintos colores en las paredes coordinados con el pequeño mueble archivador dan una sensación de cercanía.
En esta zona sigue jugando con las mismas armas, la zona de color de la parte inferior de la pared ayuda a «bajar» los techos y a la vez ayudan a delimitar las distintas zonas de la casa. Y los cuadros colocados en estrechos estantes, una tendencia que está calando hondo.
Otro espacio de trabajo en esta casa moderna que fue lugar de trabajo. Los colores son los tabiques de esta casa, todo un logro.
El baño, como la cocina, es un espacio escueto pero encantador. Blanco y negro son los colores elegidos. La pequeña ventana y el espejo colocado en relación a ella son un bello ejercicio de geometría.
El recibidor, con la plancha de acero usada para revestir la pared y los distintos colores, nos avisa de lo que vendrá a continuación. El amarillo parking delimita la zona de aparcamiento de la bicicleta.
Vía: planetedeco