Vaya por delante una puntualización, yo soy de ducha. Digo esto porque creo que la humanidad se divide entre usuarios de ducha y usuarios de bañera. ¿Son dos formas de entender la vida? o ¿Sencillamente es la costumbre que nos inculcaron de pequeños? No lo tengo muy claro la verdad, es como aquello de si la necesidad crea el miembro o el miembro crea la necesidad. En fin voy a dejar de filosofar e ir al grano. ¿Tiene sitio, hoy en día, la bañera en nuestro cuarto de baño?
La bañera tiene un largo recorrido histórico, las primeras bañeras individuales datan del año 1800 a. C. en Babilonia. Su uso se extendió por Oriente y Occidente hasta la Edad Media cuando la higiene se dejó de lado. No es hasta el siglo XVIII que aparece la bañera tal como la conocemos y su uso aún tardaría un siglo más en extenderse, sobre todo a raíz de los descubrimientos científicos de Pasteur.
Aunque la bañera es un objeto con un uso eminentemente práctico debemos entenderla también como un elemento decorativo de primera magnitud. Por su volúmen y forma cumple un papel importantísimo en la decoración del cuarto de baño. En este sentido, yo me atrevería a decir que la bañera es más decorativa que la ducha y con mucha diferencia.
Si el espacio lo permite, una bañera combinada con una ducha resulta la combinación perfecta. Así podrás disfrutar de las ventajas de cada uno de los sistemas de baño. Otro punto, y muy importante a tener en cuenta es la gente que vive en casa. Las bañeras son ideales para los niños pequeños en cambio resultan incómodas y peligrosas para las personas mayores, a no ser que estén adaptadas específicamente a su condición física.
Cuando quieres relajarte y tener un momento de regresión placentaria nada como un buen baño con sales, aceites y demás productos que te ayudan a sentirte mejor. Eso desde luego no te lo puede ofrecer una ducha jamás. La ducha es la higiene del siglo XX, rápida, concisa y eficiente. El baño en bañera es calmado, requiere su tiempo y en realidad es más natural ya que nos hicimos personas sumergidos en líquido amniótico que es básicamente agua.
Como dije al principio, yo soy de ducha y la verdad es que muchas veces envidio a las personas del bando contrario. Esa capacidad de calmarse, de tomarse su tiempo para sí mismas me resulta ciertamente envidiable. Y en mi casa tenemos ducha y por supuesto bañera y no quiero renunciar a ésta aunque no la use nunca. Me encanta su horizontalidad, su forma acogedora y me encanta ver a mi pequeño bañarse en ella. Me recuerda aquel lugar lejano y cálido donde todo comenzó.