Los primeros mosaicos conocidos datan del Imperio antiguo asirio y la época de la Grecia clásica. Nacen como parte de un arte arquitectónico, perdurando hasta nuestros días para enriquecer nuestra decoración. Una antigua técnica que sigue de plena vigencia, adaptada al gusto actual con toda la belleza y fuerza de su propuesta.

Los mosaicos son una opción para embellecer las paredes cuando no se tiene claro qué hacer con ellas y lo que buscamos es principalmente un cambio radical. Además de adaptarse a los muros de nuestra casa, se adaptan a otras superficies como muebles, encimeras, mesas a e incluso ventanas. A los típicos mosaicos cuadriculados se pueden añadir otros diseños más sugerentes, florales o geométricos, por ejemplo.


La originalidad de esta propuesta, sin embargo, no casa bien con todos los gustos decorativos, pues a quienes les gusten más los ambientes clásicos y diáfanos se mostrarán más recelosos a la hora de probar una decoración de este tipo. El mosaico absorbe la luz y, por tanto, focaliza mucho la atención visual. Será el protagonista absoluto de la decoración y no un mero complemento. Pero te gustará si te gusta la innovación, la vanguardia y los cambios espectaculares de estilo.

Mosaicos en el baño: tradicionalmente, éste ha sido el lugar para dar rienda suelta a la fiebre por el mosaico. Las paredes de las duchas se recubren de ellos para evitar las humedades, desplazando a los azulejos como recubrimiento habitual. También en el baño se puede innovar gracias a una paleta infinita de colores, creando propuestas para todos los gustos donde abunda la claridad, dinamismo, modernidad, elegancia… múltiples caras para un mismo espacio.



Fotos: decoracion.in; porcelanite.es

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